viernes, 12 de febrero de 2016

Muerte justificada.

Estaba tan desnuda que sólo me faltaba quitarme la ropa.
Delante del espejo, me faltaba un beso.
A falta de caricias, encontré mis manos.
Dejó de caer el Iguazú en mi mirada.
Mi cabello tuvo un órgasmo y gritó "¡Libertad!" Mientras se suicidaba alrededor de mi cuerpo.
"Eres mía", dijo el mugriento espejo.
"No, soy mía", le respondí victoriosa.